jueves, 8 de noviembre de 2007

Un once de noviembre

Todo fue "rápido".

Fue de un día a otro. Aun no me explico el por qué fue todo así, suponte que te dicen: Cuando falten 5 minutos para las 2 de la madrugada, se irá. Es triste y muy, pero muy fuerte. ¿Cómo se supone que debes enfrentar en ese momento aquella situación tan horrible. Una vida llegara a su fin en un tiempo determinado. Creo que mucho peor fue el hecho de que esa "predicción" fue cierta, una sola duda: ¿CÓMO?!
Quizás ciertos síntomas delataban el fatal instante. Una muerte no es algo que se enfrente así muy ligeramente, y reitero, mucho menos ese tipo de muerte ya asumida, dada por hecha, sin que haya sucedido. No es un trauma, pero es una experiencia que te dejará marcada hasta que suceda otra cosa más terrible.

El llegar del colegio y ver ese vacío, en donde antes había una persona que formó parte de tu crecimiento, una persona que estuvo ahí cuando tenías una araña y que te calmó, te bajó las revoluciones para que no soltaras un grito ensordecedor, esa querida persona que preparaba la comida más rica del mundo, nadie podría cocinar como ella, aunque verdaderamente cocinara mejor, para ti siempre esa comida no se compararía a ninguna otra; Aquellas manos y brazos que estaban ahí para abrazarte cuando quisieras llorar... Y que ya nunca volverán.
Es mi forma de mirar la muerte de mi abuela, mi Yaya, la que es y será siempre Dos veces Mi mamá. Ella ahora está mirándonos, a toda esta familia, que este domingo la recordará una vez más, en el aniversario de su paso al otro lado.
Paralelamente me pregunto: ¿A dónde estará ahora? La pregunta del millón ¿Qué hay después de la muerte? Después lo sabremos...

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